Me veo como si no hubieran pasado los años, me veo cuando era joven, me pienso y me veo en la playa con unos amigos, me veo llegando al cabo y me siento como entonces; me veo y nos veo, paseando por la orilla con la tranquilidad de ser únicos, de ser el uno para el otro y nadie más... me veo, nos veo... me imagino, nos imagino... me acaricio los labios como tú me acariciabas, aunque el tacto de mis dedos -ahora de viejo- no se parece al tuyo entonces, ni al mío en aquellos días de leve sol y bellas lunas.
En días como este tengo la sensación de que vas a aparecer paseando por la orilla -en dirección a mí- e imagino que en tu rostro, en tu cuerpo, en tus andares... no han pasado los años. En mí sí, y han hecho mella en mis andares -ahora cojeo un poco- y en mi piel -con cada vez más líneas que dibujan vivencias, alegrías, tristezas, borracheras... quemaduras de decenas de noches con la hoguera. Siempre me ha gustado el fuego... en mi mano derecha tengo dos dedos quemados por un descuido y un pie chamuscado por la inconsciencia que me produjo el vino una noche de reflexión demente, para muchos habitual en este viejo loco. Fíjate... a menudo miro fijamente el fuego y me parece verte bailar -como hacías para mis ojos cuando nos perdíamos en cañuelo, o mangueta- las llamas llegan a tomar vida y algunos chasquidos de la leña húmeda al entrar en combustión suenan como las tobilleras y collares que elaboraba para tí, con caracolas y conchas; los únicos tesoros que me quedan y que el océano no parará de regalarle a este pobre loco.
Hay perros a los que les gusta más el agua que a algunos humanos.
Siempre quiere jugar, y siempre tiene un "cariño" que darte a la llegada. Anuncia su presencia con ladridos bellos, llenos del aire que exprime con sus pulmones y los decora con la suavidad de un corazón canino que alberga el amor y atenciones que le dan Daniel y Susana -sus dueños-
Me entra esa congoja emocionada cuando me reflejo en sus precioso ojazos, porque Lua mira de una manera especial. Incluso en alguna ocasión he sentido la necesidad de ser un "can" por si así puedo acercarme más a su instinto. Si me siento un rato, en la terraza, Lua viene y posa su mandíbula sobre mis piernas, diciéndome cosas con el gesto; transfiriendo su calor y tacto. Al poco.. remolonea para que volvamos a bajar a la playa o salgamos por el parque en busca de alguna aventura. Es como una "robinsona" conoció soledad, dejadez, tristeza... y creo que por eso es tan gran animal. Por ello y por que si se es bueno, todo sale bien. Despiertas -por la mañana- y el día se presenta con tonos más claros y "mejor cuerpo" ella es buena, es cariñosa, es guardiana fiel de los suyos. Es fácil acostumbrarse a su compañía; es más... me ha creado cierta "dependencia" porque está en ese "todo" que para mí es Trafalgar. Aumentando la familia que formamos unos cuantos "amantes de caños" por la vida que aquí disfrutamos.
Llevo en Caños de Meca, ya dos vidas... y puedo contarle que tras la lluvia, siempre ha salido el Sol. Tras el Levante, llega la calma -o a lo sumo, un susurro de Poniente-... ¡que siempre viene bien!
Hay historias humanas escritas en las puertas de muchos wáteres públicos. Anhelos y añoranzas, promesas de prontos regresos -y encuentros con los que se quedan-, despedidas hasta siempre y nunca jamás, palabras no dichas, Sentimientos!
Algunas puertas se pintan, y bajo las capas quedan; nombres, fechas, amores furtivos, alegorías a la vida...
Estuve en Caños de Meca y leí
Estuve en Zahara de los Atunes y vi
Estuve en Barbate y olí
Y en Zahora, que escribí <...te quiero a tí>
... aunque el la Playa del Palmar, me odié por no haberlo dicho
Cuando a veces he dicho que <
Qué gracia! ... qué son vacaciones perfectas? , ¿qué diferencia "mis vacaciones" a "tus vacaciones"?
Quizás para una persona de ciudad, lo perfecto son planes inamovibles y programados para los días de asueto. Para mí lo perfecto es no hacer planes. Improvisar, relajarte hasta el extremo de no mirar el reloj; particularmente ya no recuerdo cuando llevé reloj.
Las vacaciones perfectas pueden ser, para muchos, no tener problemas y dormir plácidamente donde nos pille; playa, camping, hotel, apartamento, coche.. o cueva, como es mi caso. Pero ¿cómo son una vacaciones imperfectas? Es posible que si salgo de la cueva propicie imperfección en alguien, quien sea, y mi presencia "ensucie" ese momento de paella y crocanti. Pero ¿qué incomoda más... ésto o encontrar por la mañana, a la llegada a la playa, rastros de sangre, cristales o vómitos? Una gran parte de esos restos, los dejan individuos a los que yo llamo, Los Otros.
Esos Otros, son turistas que pasan, muchas veces, desaparcibidos ante nuestros ojos; ya que se mueven con la libertad que otrogan las sombras de la noche de Trafalgar. A algunos podemos verlos perpetuamente durmiendo en la playa, durante el almuerzo, la comida y la merienda, hasta que llega la noche y regresan al desenfreno de una aburrida vida sin amor al otro.
Yo les quiero a todos por igual, aunque no entiendo -por los actos sucedidos estas noches de agosto- el por qué de mi molesta presencia ante la permisividad de su entrada al Cabo. Me refiero a dos apuñalamientos, mientras a pocos metros duermen familias con pequeños, que nos merecen todas las atenciones y respeto.
Pero ya no sólo está la inseguridad hacia el turismo, quienes vivimos aquí no podemos estar expuestos a determinados "riesgos" que son salvables con sólo un modelo de municipio atendido, un derecho que nos corresponde como ciudadanos y que en tantísimos casos se obvia por la regla del tres; perdón, la tranquilidad de las personas bien vale un guardia.
Ahora, y con estas letras, alguien puede pensar <
Como en el resto de mortales, mis ropas, mi pelo y el olor que desprendo, no dicen nada sobre mi interior. ¿o me prefieres perfumado, con licra y escondiendo un puño americano, como un maldito matón de discoteca?
Y juntarme -si me apetece- con otras hormigas, y hacer competiciones de recolecta de pipas tiradas en las aceras, picándome con otras que son más lentas, motivándome con aquellas que son maestras en la recolección de reservas.
Quiero ser una hormiga y -con una colilla pisada- liarme cigarrillos durante una semana.
Quiero ser hormiga roja, a veces, negra -otras- y con alas cuando veo que vuelves a tu casa; un paso tuyo son un millón de los míos... no puedo seguirte si no me vas esperando.
Quiero ser "la hormiga" y sólo soy un pobre viejo: un borracho -para unos-, un indigente -para otros-, un viejo sucio -para tantos-...
Sólo soy un antiguo vigía de sueños, algunos de ellos me hacen seguir adelante y confiar en que podré conseguir lo que anhelo.
No paran de llegar Pateras, y cuando les digo que se han equivocado de sitio, se ríen y sólo preguntan ¿esto es España?
Publicado por CasimiroHe aprendido a respirar cara al Levante, a abrir los ojos cuando sopla con más fuerza, a cubrirme con el manto de arena que levanta a dos palmos del suelo. A veces, cuando estoy lejos, imagino coger un puñado de tierra de La Breña, incluso noto su textura y calor de mediodia.
Un día, cuando Caños de Meca presenta su lado más tranquilo, probé a sobrevivir vestido con ramas de palmera, comiendo lo que la naturaleza y el mar nos regala, beber el agua cristalina de Los Caños: no pasé frío, ni hambre, ni sed; pero me detuvo el pensamiento de regresar a Las Cuevas y ser silvestre, porque cuando llegue el turismo mi presencia molestará como el Levante, que los encierra en los hoteles, las casas y los bares.
Si me llamas loco, es porque no has probado a mirarte en mis ojos cuando -vidriosos por el vino- se alzan ante tu voz que recrimina mi molesta presencia. No paran de llegar Pateras, y cuando les digo que se han equivocado de sitio, se ríen y sólo preguntan ¿esto es España?
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Vigia de Trafalgar
Extraido de la Noche de los Tambores en Caños de Meca
Etiquetas: caños de meca, cuevas, levante, los caños
Esta noche dormiré tranquilo, y mi cama guardará su fragancia habitual, a fuego, a humo...
Publicado por CasimiroEsta noche dormiré tranquilo, y mi cama guardará su fragancia habitual, a fuego, a humo...
He aprendido lo que es el fuego. Sabía de él por las hogueras que encendí en el pasado... por todas las ramas que quemé. Pero hoy consigo ver algo más de entre las llamas, incluso logro leer las brasas que -incandescentes- parecen esconder un diamante increible.
A veces alguien se acerca, para calentarse de la hoguera que mantengo. Suelen saludarme, algunos, pero en general me miran de reojo y murmuran. Un día escuché que una mujer le decía al niño que la acompañaba ... me hizo gracia.
Esta noche dormiré tranquilo, y mi cama guardará su fragancia habitual, a fuego, a humo...
El Faro
Tumbado en la arena le veo, es él... blanco y directo al cielo, como a punto de despegar.
Desde las marismas me guía y atrae con su campo magnético lleno de sal y aire, llenando el Cabo con su providencial línea concisa... y apoyado donde tantos murieron
Cada día, espera a que el Sol se ponga para sacar su lengua marfil que acaricia; agua, arena, mar, pinos y vidas.
Y cada día que paso lejos de él, me muero un poco más.
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Vigia de Trafalgar
Extraido de la Noche de los Tambores en Caños de Meca
Mi Amigo Yilah por Trafalgar
Qué es la amistad?.. ¿un divino tesoro?... Creo que es más bien una porción de corazón que hasta ser descubierta, permanece vacía, seca, gris. Mi corazón es un puzzle y aunque esté hecho y deshecho multitud de veces, me entusiasma volver a empezar otro. Es como una ilusión que te sincroniza con el más puro espíritu animal de ser fiel a alguien. Recuerdo a Yilah Al-Masaan un "moreno" del que me hice amigo un final de verano hace algunos estíos. Apareció una mañana con una bolsa negra de plástico, a una mano, y aire tembloroso, en la otra. Acababa de desembarcar, había perdido a algunos de sus "hermanos de viaje" y sólo quería esconderse de los "hombres verdes" que habían salido a buscarles cerca del Faro, aunque él corrió veloz hacia Castillejos y se metió en la primera cueva que encontró. Allí había un viejo dormido en el suelo -era yo-. Yilah me confesó que en ningún momento pensó en robarme la poca comida que tenía a mi lado <>. Le llamaban la atención mis rizos casi blancos de rasta sucia, mi ropa de tallas diferentes y ninguna a mi medida, mis manos; sobre todo me miraba las manos y decía que tenían que haber tocado millones de cosas en la vida, aunque se encogía de hombros cuando le replicaba que todas esas cosas se me habían escapado entre los dedos. Lo cierto es que nuestro encuentro duró unos pocos días, los hombres de verde se lo llevarón antes de acabar esa semana. En la furgoneta verdiblanca que vomita humo -antes de él- habían viajado quizás su mujer, su hijo o su hermano; los que tuvieron peor suerte salieron en horizontal dentro de cajas de plástico y con los pies por delante. A veces sueño contigo Yilah, y te veo en un gran jardín sentado junto a un perro caro, tomando un aperitivo con un Martini -como en un anuncio- y hablando por teléfono móvil. Aunque cuando veo a otros compañeros tuyos cargados como mulas -por la playa- pienso si habría sido mejor, para tí, ese destino que el que te tocó vivir entonces.
Etiquetas: castillejos, rastas, trafalgar, yilah