Noto un aire distinto, percibo el oxígeno -impregnado de yodo- que abre las puertas de mi garganta y mis alveolos, de par en par.

Me sugestiona tu ausencia, en la playa, cosa que empuja mis ganas de entrar al agua y observarte desde ahí... tú sobre una toalla multicolor, tu teléfono portátil y cuántas cosas más que llevas en el maletero de tu memoria.
Te vas acercando, kilómetro a kilómetro; cuando arribes a la orilla me habré marchado ya.
Cada año sucede igual.
En cuanto pasa el verano mi entorno se vuelve plácido y sosegado. Y en estas noches invernales, trás el espectáculo de un ocaso precioso que se produce diariamente y me lleva a abrigarme, me retiro a una cueva diferente -ahora- donde nadie enturbie mi sueño carnal ante el fuego de mi pobre lumbre, mi primer y único cobijo se encuentra ocupado por una panda de blancos con lengua extranjera.

Las colinas de África, el Cabo Espartel, Tánger -con sus luces naranjas- son los farolillos que adornan el cuadro que veo desde el fondo de esta gruta mía, hacia afuera. He colocado unos papelillos clavados a la tierra, en la misma entrada a la cueva, que me dicen hacia adonde y con qué fuerza me espera el viento cuando salga. También unas caracolas, esparcidas, que actúan como alarma que indique extraños acercándose. Otra cosa son las piedras que delimitan una senda -casi imaginaria- que he trazado para las noches que regreso ciego de humo y vino.

RUTA POR LA VIDA














A veces recuerdo los kilómetros recorridos. La cantidad de atardeceres, las puestas de sol en distintos entornos pero con igual esencia. Quedarte mirando fijamente cómo cae sobre el horizonte -sin fruncir el ceño- me ha llevado a ver ángeles con formas estrelladas. Sentir el calor sobre mi cara, y si hay Levante... respirar la mezcla de yodo que llega a los pulmones. Cada jornada, con el "infiernillo" a pleno rendimiento que hace brotar el café como líquido maravilloso en una mañana fresca. Miro por las ventanas de la casa móvil y el día me invita al espectáculo de la tenue llovizna, que forma una película entre mi vista y algunos surfers madrugadores que no se permiten perder las primeras Olas del día. Por ejemplo, la Playa del Palmar en una mañana de diciembre con un mar que parece a punto de salir volando sobre nuestras cabezas; enormes andanadas de agua feroz que me llevan a contemplar un milagro natural que parece extraído de un experimento, como es la vida. Antes de haber vivido en una cueva, no puedes imaginar hacerlo. Cuando el techo, paredes y suelo -con un mismo color - visten tu casa; ese es tu Todo! La sensación de salir de la casa móvil, mientras la lluvia te empapa como una ducha milagrosa, descalzarse para sentir la arena mojada y caminar sobre la hierba que te envuelve aromatizándote, me hace concluir que una cueva tampoco sería mala cosa. Saqué las cañas de pesca, una vez planeada la comida del día: Pescado. Daba igual el tipo o tamaño, aunque siempre he tenido "buen saque" una "doradita" me alegraría sobremanera. Lo primero será buscar un poco de cebo, alguna lapa y también sangre, vendría bien. El ejercicio de lanzar, esperar y aprovechar para escuchar el silencio que predomina alrededor, es uno de mis favoritos. La recompensa de la pesca, produce una sonrisa en la cara de este viejo y la imagen de la pequeña chimenea expulsando un hilo de humo que sugestiona al paladar como un manjar digno de Rey, es el preámbulo hacia la tarde. Ya nada tiene que ver con aquello. No hay casa móvil -aunque ni falta que hace- ahora ese hilo de humo es una humareda que llena la cueva. A veces huele a restaurante caro, marrón, de tierra... donde las paredes y el suelo se unen al techo y a mis pies, haciéndolos "uno solo" y la sensación que antes notaba al caminar descalzo por la arena, es tan distinta como mis pies llenos de callos y quemaduras. Ojalá fueran, todas ellas, por cada pieza que salió del agua y fue directamente al fuego y a mi estómago. No reniego de mi pasado, es el contorno de la sombra -que unas veces me persigue y otras me adelanta-, fina, doblada, larga y -con fuego- bailarina endemoniada.

ME VEO ... TE VEO



Me veo como si no hubieran pasado los años, me veo cuando era joven, me pienso y me veo en la playa con unos amigos, me veo llegando al cabo y me siento como entonces; me veo y nos veo, paseando por la orilla con la tranquilidad de ser únicos, de ser el uno para el otro y nadie más... me veo, nos veo... me imagino, nos imagino... me acaricio los labios como tú me acariciabas, aunque el tacto de mis dedos -ahora de viejo- no se parece al tuyo entonces, ni al mío en aquellos días de leve sol y bellas lunas.
En días como este tengo la sensación de que vas a aparecer paseando por la orilla -en dirección a mí- e imagino que en tu rostro, en tu cuerpo, en tus andares... no han pasado los años. En mí sí, y han hecho mella en mis andares -ahora cojeo un poco- y en mi piel -con cada vez más líneas que dibujan vivencias, alegrías, tristezas, borracheras... quemaduras de decenas de noches con la hoguera. Siempre me ha gustado el fuego... en mi mano derecha tengo dos dedos quemados por un descuido y un pie chamuscado por la inconsciencia que me produjo el vino una noche de reflexión demente, para muchos habitual en este viejo loco. Fíjate... a menudo miro fijamente el fuego y me parece verte bailar -como hacías para mis ojos cuando nos perdíamos en cañuelo, o mangueta- las llamas llegan a tomar vida y algunos chasquidos de la leña húmeda al entrar en combustión suenan como las tobilleras y collares que elaboraba para tí, con caracolas y conchas; los únicos tesoros que me quedan y que el océano no parará de regalarle a este pobre loco.

LUA



Hay perros a los que les gusta más el agua que a algunos humanos.
Cuando llegamos a la orilla, después de bajar por las sendas de La Breña, Lúa me mira ansiosa debido al juego que ya nos traemos desde los primeros metros del parque, a sabiendas de nuestro quehacer diario, que en la playa se centra en correr, mirar el sol -de cara- y bañarnos. Corre hacia el agua, siguiendo con la mirada la piedra que le acabo de lanzar, calcula el sitio exacto y bucea para rescatar el premio.
Siempre quiere jugar, y siempre tiene un "cariño" que darte a la llegada. Anuncia su presencia con ladridos bellos, llenos del aire que exprime con sus pulmones y los decora con la suavidad de un corazón canino que alberga el amor y atenciones que le dan Daniel y Susana -sus dueños-
Me entra esa congoja emocionada cuando me reflejo en sus precioso ojazos, porque Lua mira de una manera especial. Incluso en alguna ocasión he sentido la necesidad de ser un "can" por si así puedo acercarme más a su instinto. Si me siento un rato, en la terraza, Lua viene y posa su mandíbula sobre mis piernas, diciéndome cosas con el gesto; transfiriendo su calor y tacto. Al poco.. remolonea para que volvamos a bajar a la playa o salgamos por el parque en busca de alguna aventura. Es como una "robinsona" conoció soledad, dejadez, tristeza... y creo que por eso es tan gran animal. Por ello y por que si se es bueno, todo sale bien. Despiertas -por la mañana- y el día se presenta con tonos más claros y "mejor cuerpo" ella es buena, es cariñosa, es guardiana fiel de los suyos. Es fácil acostumbrarse a su compañía; es más... me ha creado cierta "dependencia" porque está en ese "todo" que para mí es Trafalgar. Aumentando la familia que formamos unos cuantos "amantes de caños" por la vida que aquí disfrutamos.











LA MECA



Llevo en Caños de Meca, ya dos vidas... y puedo contarle que tras la lluvia, siempre ha salido el Sol. Tras el Levante, llega la calma -o a lo sumo, un susurro de Poniente-... ¡que siempre viene bien!


Hay historias humanas escritas en las puertas de muchos wáteres públicos. Anhelos y añoranzas, promesas de prontos regresos -y encuentros con los que se quedan-, despedidas hasta siempre y nunca jamás, palabras no dichas, Sentimientos!
Algunas puertas se pintan, y bajo las capas quedan; nombres, fechas, amores furtivos, alegorías a la vida...


Estuve en Caños de Meca y leí
Estuve en Zahara de los Atunes y vi
Estuve en Barbate y olí
Y en Zahora, que escribí <...te quiero a tí>
... aunque el la Playa del Palmar, me odié por no haberlo dicho

LOS CAÑOS DE MECA - COMO ERA Y COMO ES

Los Caños de Meca , como es













Los Caños de Meca , como fue










... sin comentarios! :(







LOS OTROS













Cuando a veces he dicho que <> no creas que me escondo de nada o nadie, sólo que me incomoda la idea de molestar la imagen lúdica y "vacacional" de estas playas a las que -cada año- llegan más y más turistas con ilusiones perfectas de vacaciones perfectas.



Qué gracia! ... qué son vacaciones perfectas? , ¿qué diferencia "mis vacaciones" a "tus vacaciones"?

Quizás para una persona de ciudad, lo perfecto son planes inamovibles y programados para los días de asueto. Para mí lo perfecto es no hacer planes. Improvisar, relajarte hasta el extremo de no mirar el reloj; particularmente ya no recuerdo cuando llevé reloj.

Las vacaciones perfectas pueden ser, para muchos, no tener problemas y dormir plácidamente donde nos pille; playa, camping, hotel, apartamento, coche.. o cueva, como es mi caso. Pero ¿cómo son una vacaciones imperfectas? Es posible que si salgo de la cueva propicie imperfección en alguien, quien sea, y mi presencia "ensucie" ese momento de paella y crocanti. Pero ¿qué incomoda más... ésto o encontrar por la mañana, a la llegada a la playa, rastros de sangre, cristales o vómitos? Una gran parte de esos restos, los dejan individuos a los que yo llamo, Los Otros.

Esos Otros, son turistas que pasan, muchas veces, desaparcibidos ante nuestros ojos; ya que se mueven con la libertad que otrogan las sombras de la noche de Trafalgar. A algunos podemos verlos perpetuamente durmiendo en la playa, durante el almuerzo, la comida y la merienda, hasta que llega la noche y regresan al desenfreno de una aburrida vida sin amor al otro.
Yo les quiero a todos por igual, aunque no entiendo -por los actos sucedidos estas noches de agosto- el por qué de mi molesta presencia ante la permisividad de su entrada al Cabo. Me refiero a dos apuñalamientos, mientras a pocos metros duermen familias con pequeños, que nos merecen todas las atenciones y respeto.




Pero ya no sólo está la inseguridad hacia el turismo, quienes vivimos aquí no podemos estar expuestos a determinados "riesgos" que son salvables con sólo un modelo de municipio atendido, un derecho que nos corresponde como ciudadanos y que en tantísimos casos se obvia por la regla del tres; perdón, la tranquilidad de las personas bien vale un guardia.




Ahora, y con estas letras, alguien puede pensar <> incluso decirlo en voz alta cuando pasas a mi altura.



Como en el resto de mortales, mis ropas, mi pelo y el olor que desprendo, no dicen nada sobre mi interior. ¿o me prefieres perfumado, con licra y escondiendo un puño americano, como un maldito matón de discoteca?








Quiero ser una HORMIGA


Quiero ser una hormiga y saber cómo se las ingenian para sobrevivir al Levante.

Quiero ser una hormiga para -con una gota de escarcha- bañarme al despertar por la mañana. Quiero ser un hormiga paseante por Playa Mangueta y subirme a una tortuga.. y dar un largo paseo -desde allí- hasta Playa del Faro.

Una hormiga... sí! ...pequeña y veloz, consquilleante y laboriosa.

Quiero ser una hormiga lista -no un humano tonto-una hormiga "cañera" que con un "hilillo" se hace una pulsera, una hormiga hippie sin furgoneta

una hormiga indigente que se cuela en hormigueros semiderruidos; una hormiga quiero ser.


Y juntarme -si me apetece- con otras hormigas, y hacer competiciones de recolecta de pipas tiradas en las aceras, picándome con otras que son más lentas, motivándome con aquellas que son maestras en la recolección de reservas.


Una hormiga subida a una hoja que navega por un reguero -tras una leve lluvia- y se ayuda con un sólo palillo usado -que encontré en la puerta de un viejo bar- a modo de remo.

Una hormiga que "alucina" con una miguita de pan, festín de hormigas.



Quiero ser una hormiga y -con una colilla pisada- liarme cigarrillos durante una semana.


Una hormiga que -con una gota de aceite- se embadurna como una hormiga cochina, y luego lavarme con una lágrima tuya.
Quiero ser hormiga roja, a veces, negra -otras- y con alas cuando veo que vuelves a tu casa; un paso tuyo son un millón de los míos... no puedo seguirte si no me vas esperando.


Quiero ser "la hormiga" y sólo soy un pobre viejo: un borracho -para unos-, un indigente -para otros-, un viejo sucio -para tantos-...
Sólo soy un antiguo vigía de sueños, algunos de ellos me hacen seguir adelante y confiar en que podré conseguir lo que anhelo.

¡ser -cuando me dé la gana- una hormiga!

No paran de llegar Pateras, y cuando les digo que se han equivocado de sitio, se ríen y sólo preguntan ¿esto es España?

He aprendido a respirar cara al Levante, a abrir los ojos cuando sopla con más fuerza, a cubrirme con el manto de arena que levanta a dos palmos del suelo. A veces, cuando estoy lejos, imagino coger un puñado de tierra de La Breña, incluso noto su textura y calor de mediodia.

Un día, cuando Caños de Meca presenta su lado más tranquilo, probé a sobrevivir vestido con ramas de palmera, comiendo lo que la naturaleza y el mar nos regala, beber el agua cristalina de Los Caños: no pasé frío, ni hambre, ni sed; pero me detuvo el pensamiento de regresar a Las Cuevas y ser silvestre, porque cuando llegue el turismo mi presencia molestará como el Levante, que los encierra en los hoteles, las casas y los bares.


Si me llamas loco, es porque no has probado a mirarte en mis ojos cuando -vidriosos por el vino- se alzan ante tu voz que recrimina mi molesta presencia. No paran de llegar Pateras, y cuando les digo que se han equivocado de sitio, se ríen y sólo preguntan ¿esto es España?


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Vigia de Trafalgar
Extraido de la Noche de los Tambores en Caños de Meca


Esta noche dormiré tranquilo, y mi cama guardará su fragancia habitual, a fuego, a humo...

Esta noche dormiré tranquilo, y mi cama guardará su fragancia habitual, a fuego, a humo...













He aprendido lo que es el fuego. Sabía de él por las hogueras que encendí en el pasado... por todas las ramas que quemé. Pero hoy consigo ver algo más de entre las llamas, incluso logro leer las brasas que -incandescentes- parecen esconder un diamante increible.


A veces alguien se acerca, para calentarse de la hoguera que mantengo. Suelen saludarme, algunos, pero en general me miran de reojo y murmuran. Un día escuché que una mujer le decía al niño que la acompañaba ... me hizo gracia.
Esta noche dormiré tranquilo, y mi cama guardará su fragancia habitual, a fuego, a humo...






El Faro

Tumbado en la arena le veo, es él... blanco y directo al cielo, como a punto de despegar.
Desde las marismas me guía y atrae con su campo magnético lleno de sal y aire, llenando el Cabo con su providencial línea concisa... y apoyado donde tantos murieron
Cada día, espera a que el Sol se ponga para sacar su lengua marfil que acaricia; agua, arena, mar, pinos y vidas.
Y cada día que paso lejos de él, me muero un poco más.






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Vigia de Trafalgar
Extraido de la Noche de los Tambores en Caños de Meca

Mi Amigo Yilah


Mi Amigo Yilah por Trafalgar

Qué es la amistad?.. ¿un divino tesoro?... Creo que es más bien una porción de corazón que hasta ser descubierta, permanece vacía, seca, gris. Mi corazón es un puzzle y aunque esté hecho y deshecho multitud de veces, me entusiasma volver a empezar otro. Es como una ilusión que te sincroniza con el más puro espíritu animal de ser fiel a alguien. Recuerdo a Yilah Al-Masaan un "moreno" del que me hice amigo un final de verano hace algunos estíos. Apareció una mañana con una bolsa negra de plástico, a una mano, y aire tembloroso, en la otra. Acababa de desembarcar, había perdido a algunos de sus "hermanos de viaje" y sólo quería esconderse de los "hombres verdes" que habían salido a buscarles cerca del Faro, aunque él corrió veloz hacia Castillejos y se metió en la primera cueva que encontró. Allí había un viejo dormido en el suelo -era yo-. Yilah me confesó que en ningún momento pensó en robarme la poca comida que tenía a mi lado <>. Le llamaban la atención mis rizos casi blancos de rasta sucia, mi ropa de tallas diferentes y ninguna a mi medida, mis manos; sobre todo me miraba las manos y decía que tenían que haber tocado millones de cosas en la vida, aunque se encogía de hombros cuando le replicaba que todas esas cosas se me habían escapado entre los dedos. Lo cierto es que nuestro encuentro duró unos pocos días, los hombres de verde se lo llevarón antes de acabar esa semana. En la furgoneta verdiblanca que vomita humo -antes de él- habían viajado quizás su mujer, su hijo o su hermano; los que tuvieron peor suerte salieron en horizontal dentro de cajas de plástico y con los pies por delante. A veces sueño contigo Yilah, y te veo en un gran jardín sentado junto a un perro caro, tomando un aperitivo con un Martini -como en un anuncio- y hablando por teléfono móvil. Aunque cuando veo a otros compañeros tuyos cargados como mulas -por la playa- pienso si habría sido mejor, para tí, ese destino que el que te tocó vivir entonces.

En pleno verano, en agosto, la noche cambia las costumbres de lo vivido en otros lares. Siempre que puedo, me baño en el océano. Cada oportunidad de sentir el frío del agua es como un pasaporte que me lleva a otras glorias. Como aquel día que -por un momento- me imaginé en mi galeón privado -conquistando tierras jamás pisadas, civilizando seres que defendían unas raíces, vidas llenas de emociones silvestres-, aunque enseguida me dí de bruces con mi pequeña barquichuela de pesca, con la que me gano la vida.
A poco que uno se deje llevar por la fantasía, todos los deseos que visten particularmente nuestro círculo interior, brotan como una película. Cuando lo hago, me parece volar. Sueño, vivo, anhelo, cumplo, consigo... He renovado unas naves que hace tiempo quemé, y hoy -con el sonido de los timbales- me baila el corazón impregnado del aroma que la madera desprende al arder.




Hoy... que rozo la presencia de otras almas llenas de locura ingrávida, completas de sueños alcanzables, cuarteadas por lágrimas secas; salto para atrapar una estrella, con las manos vestidas de arena. Hoy... que me miras fascinada por mis bigotes, mi mohosa ropa y mi rostro plagado de líneas de historia, te anuncio que he muerto tantas veces como te imaginé aquellas noches de verano.
Hoy... esta noche... que lo muertos se mueven en sus cajas, que resurgen espíritus de entre las aguas del cabo, que huele a aceite quemado en la torre del faro; te digo que me abraces fuerte, y miremos las constelaciones que dibujan el cielo.

El vino caliente -sellado en mi boca- hace que me tiemblen las manos cuando te buscan entre las sombras de humo del fondo de mis bolsillos. Vuelvo a mi barcaza, que -dejándose arañar por las olas- sigue a flote como mi vida, en una noche de verano.


A veces recuerdo los kilómetros recorridos. La cantidad de atardeceres, las puestas de sol en distintos entornos pero con igual esencia. Quedarte mirando fijamente cómo cae sobre el horizonte -sin fruncir el ceño- me ha llevado a ver ángeles con formas estrelladas. Sentir el calor sobre mi cara, y si hay Levante... respirar la mezcla de yodo que llega a los pulmones.
Cada jornada, con el "infiernillo" a pleno rendimiento que hace brotar el café como líquido maravilloso en una mañana fresca. Miro por las ventanas de la casa móvil y el día me invita al espectáculo de la tenue llovizna, que forma una película entre mi vista y algunos surfers madrugadores que no se permiten perder las primeras Olas del día. Por ejemplo, la Playa del Palmar en una mañana de diciembre con un mar que parece a punto de salir volando sobre nuestras cabezas; enormes andanadas de agua feroz que me llevan a contemplar un milagro natural que parece extraído de un experimento, como es la vida.
Antes de haber vivido en una cueva, no puedes imaginar hacerlo. Cuando el techo, paredes y suelo -con un mismo color - visten tu casa; ese es tu Todo!


La sensación de salir de la casa móvil, mientras la lluvia te empapa como una ducha milagrosa, descalzarse para sentir la arena mojada y caminar sobre la hierba que te envuelve aromatizándote, me hace concluir que una cueva tampoco sería mala cosa.
Saqué las cañas de pesca, una vez planeada la comida del día: Pescado. Daba igual el tipo o tamaño, aunque siempre he tenido "buen saque" una "doradita" me alegraría sobremanera. Lo primero será buscar un poco de cebo, alguna lapa y también sangre, vendría bien.
El ejercicio de lanzar, esperar y aprovechar para escuchar el silencio que predomina alrededor, es uno de mis favoritos. La recompensa de la pesca, produce una sonrisa en la cara de este viejo y la imagen de la pequeña chimenea expulsando un hilo de humo que sugestiona al paladar como un manjar digno de Rey, es el preámbulo hacia la tarde.
Ya nada tiene que ver con aquello. No hay casa móvil -aunque ni falta que hace- ahora ese hilo de humo es una humareda que llena la cueva. A veces huele a restaurante caro, marrón, de tierra... donde las paredes y el suelo se unen al techo y a mis pies, haciéndolos "uno solo" y la sensación que antes notaba al caminar descalzo por la arena, es tan distinta como mis pies llenos de callos y quemaduras. Ojalá fueran, todas ellas, por cada pieza que salió del agua y fue directamente al fuego y a mi estómago. No reniego de mi pasado, es el contorno de la sombra -que unas veces me persigue y otras me adelanta-, fina, doblada, larga y -con fuego- bailarina endemoniada